Empezó
hace unos días, mientras jugábamos a conocer nuestros cuerpos y hablábamos en
formato gemido, enroscándonos entre las sábanas de un motel.
Nos
alejamos con la silueta de un beso imprimido en la frente que todavía no perdía
su calor y que me recordaba los pliegues de tus labios.
Te
re-inventaba en mi cabeza cuando aquello me agarró con su mano helada y como
una culebra traspasó esfínteres y serpenteó hasta la boca del estómago
para quedarse ahí a cambiar de piel.
De repente
escupo escamas y siento como succiona la vida, trasponiendo sus ojos acuosos a
los míos, la vida entonces se sucede como en un acuario y temo abrir la boca
por miedo a morir ahogado.
Me pudro
por dentro alimentándolo, siento como mis dedos se vuelven en ventosas y mi
piel se excita. Tentáculos salen de mis cuencas vacías e intentan agarrar algo
de esta realidad que me parece tan etérea.
Te hago el
amor con la mirada, intentando sexualizar. No. Más bien reducir la vida a sexo. Cierro los ojos y recuerdos enterrados brotan y
la serpiente se alimenta de ellos, se enrosca y genera presión en la ingle.
Un vaho
sexualizado envuelve mis entrañas, erotizando suave y dulcemente. Se siente
como después de un orgasmo. Poco importa la vida, la muerte,
Todo da
igual en el ojo de la serpiente
Si te
dijera me creerías loco, si te dijera “algo cambió, ahora soy una serpiente”,
te reirías y yo me vería forzado a reír contigo, escuchando las carcajadas de
ambos allá lejos entre los peces. Lejos
de los tentáculos, de las escamas, del sexo furioso que intenta llenar el vacío
que ha dejado este gélido serpenteo en el vientre
Quizás si
te hubiera dicho antes… quizás entonces me podrías haber salvado y tu risa me
hubiera sacado de este trance, este limbo libidinoso que se asemeja al miembro
erecto de un muerto. Me apreto el pene a
ver si llego a sentir, pero ya es demasiado tarde…
Soy una
serpiente.
Soy culpa,
demonio, deseo, frialdad,
Solo me
queda buscar un cuerpo y en honor a ti retraso aquel momento inevitable en que
me deslizaré por tus sábanas y anidaré en tus entrañas, intentando con tu sexo,
el vello entre tus piernas, de sentir y vivir.
Reducirlo a
aquella promesa primordial que algo arrastra del paraíso contaminado.
Vergüenza
y culpa ¡Vergüenza y culpa! Falsa promesa de vida Falso sustituto a la muerte.
Reptemos…ya nada tiene sentido.
Escucho
nuestras risas, veo como nos acostamos.
Quizás me
hubieras salvado si te hubiera dicho antes, si te hubiera dicho “Algo cambió, ahora
soy una serpiente” Entonces hubiésemos reído y entonces hubiésemos vomitado culebras
a carcajadas.