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domingo, 26 de junio de 2016

La Locura

La estructura dentada cierra sus fauces sobre la carne,
despedazando lo que queda fuera de lo que fuimos
El tiempo se cristaliza y en la casa se cierran las ventanas y las puertas,
aislando sin-sentidos que por puro azar derraman incertidumbre en calles diseñadas a punta de lápiz, olvidando que eso del papel, el abecedario y la caligrafía son también una ficción

Como si la extrañeza que recordara nuestra ilusión mereciera silenciarse por el peligro de que los gritos perforaran paredes blancas y llegaran a aceras para rebotar con transeúntes que siguen desollando la planta de los pies con la seguridad de los pasos

El encierro parece ser la solución que se pronuncia antes de ser enunciada, y la vida palidece entre cuatro paredes,
 la vida se ahoga y se estremece,
la vida lucha,
 la vida se desvive luchando

Rascacielos de concreto emergen como árboles
Y en cada esquina cíclopes de ojos rojos se apostan como centinelas que introducen una pausa a la inercia del cuerpo impidiendo el suicidio colectivo,
al tiempo que la agonía se desliza entre ríos de metal cuyo murmullo de bocinas develan el descontento de las conglomeraciones

¿qué es la normalidad sino aquello que justifica el recorte de todo lo que sobra?
Te pregunto y rehúyes a las respuestas con desaires, atribuyendo esa intuición de verdad a lo delirante, refugiándote así en tu propio delirio
Aquello que promete la salvación de la muerte, luego de unir desobediencia y castigo

El único futuro posible pareciera ser el olvido y me sostienes la lengua y la anudas a un mundo que siempre está por delante de mí y que jamás arriba,
Esa ilusión de mejoría que quizás es lo único que nos sobrevive

(O a lo mejor creer en un mundo diferente es signo patognomónico de la locura)

El silencio sella nuestros labios formando peces que vociferan palabras que el agua ahoga con su peso,
y es que cabe preguntarse si es que ya no es demasiado tarde. Si es que acaso la locura no a se ha vuelto contra sí misma y si el encierro no se ha vuelto piel y huesos,
                             
 Si es que no somos nuestra propia cárcel

Así, erramos como personajes ficcionados en un mundo que incomoda y que a ratos pareciera ser en la medida en que no somos.

La locura asusta por lo sencillo, por lo absurdo, por lo certero
Por fabricar quijotes que sueñan con imposibles,
(quizás los únicos de todos nosotros que todavía sueñan al margen de las apariencias y obligaciones,
de este sopor insoportable que es a veces el sentido común)

¡Silencio!
Hagamos un desfiladero de cuerpos sin cuerpos que entre medio de la podredumbre se apropien del olor putrefacto y lo encarnen en sus huesos restregándonos el hedor de nuestra cultura de mierda

Privemos de privacidad, privemos de trabajo,
¡Privemos sus cuerpos y vendámoslos al mejor postor! al tiempo que disfrazamos esa mano de obra barata con la palabra caridad

Demos sedación a la novedad
Sedación a la certeza
Sedación a los sentimientos
Sedación a los órganos
Sedación a la mente
Sedación a la sedación

Que la ciencia tome los cuerpos y los diseccione,
Que electrificados pierdan entre espasmos la capacidad de levantarse sobre sus propios miembros y la modorra cosa con hilo y aguja los segundos, los minutos y las horas
Que la historia se retuerza en su propia vocalización enrolándose entre un ayer y un hoy que se esfuma con cada quemadura del cigarrillo

¡Guardemos silencio ante la tortura!
(Al fin y al cabo, es lo único que nos mantiene cuerdos)

que la normalización sea la vara sobre la cual “la cura” sea un ideal mesurable,
y que el encierro sea su contrapunto, el hogar de “los enfermos”

Y es que ¿qué otra cosa queda si no adaptarse?
No hay lugares para aquellos que crean lugares diferentes
No hay lugar […]

Y entonces sobreviene el temor de escuchar y encontrar esquirlas de verdad en sus palabras y ver por un breve instante el mundo desde el cual viven la vida
                                                                                                                       para no regresar…
Y ahí esta el peligro: en lo liberador de la locura.


Y entonces nos percatamos que la locura esta más acá de lo que parece: en cada ciudad con sus centinelas, en cada pueblo y sus aceras, en cada religión con sus creencias
Siglos han tenido que pasar para elaborar el delirio más complejo de todos:
Lo que distingue lo que y lo que no es

Esa mentira de mierda de aquellos que nos piden adecuarnos a una realidad que nunca fue suya ni nuestra y que alguien dice que es de todos,
Esos que lucen las marcas de Caín en sus ojos.

Dime cómo acaso me puedes mirar a la cara        
Dónde quedaron tus mentiras y tus negocios si el hombre por el hombre es una máxima obsoleta y tu boca no deja de escupir vituperios que hablan de ser cuando todo ya ha sido
Dime cómo es que acaso te autoproclamas como el único cuerdo
cuando fue precisamente tu cordura la que gestó como madre arrepentida a tus hijas bastardas
            ¡La Locura!
                                                  


domingo, 10 de abril de 2016

#1

Empezó hace unos días, mientras jugábamos a conocer nuestros cuerpos y hablábamos en formato gemido, enroscándonos entre las sábanas de un motel.
Nos alejamos con la silueta de un beso imprimido en la frente que todavía no perdía su calor y que me recordaba los pliegues de tus labios.
Te re-inventaba en mi cabeza cuando aquello me agarró con su mano helada y como una culebra traspasó esfínteres y serpenteó hasta la boca del estómago
                                                               para quedarse ahí a cambiar de piel.  
De repente escupo escamas y siento como succiona la vida, trasponiendo sus ojos acuosos a los míos, la vida entonces se sucede como en un acuario y temo abrir la boca por miedo a morir ahogado.
Me pudro por dentro alimentándolo, siento como mis dedos se vuelven en ventosas y mi piel se excita. Tentáculos salen de mis cuencas vacías e intentan agarrar algo de esta realidad que me parece tan etérea.
Te hago el amor con la mirada, intentando sexualizar. No. Más bien reducir la vida a sexo. Cierro los ojos y recuerdos enterrados brotan y la serpiente se alimenta de ellos, se enrosca y genera presión en la ingle.
Un vaho sexualizado envuelve mis entrañas, erotizando suave y dulcemente. Se siente como después de un orgasmo. Poco importa la vida, la muerte,
Todo da igual en el ojo de la serpiente
Si te dijera me creerías loco, si te dijera “algo cambió, ahora soy una serpiente”, te reirías y yo me vería forzado a reír contigo, escuchando las carcajadas de ambos allá lejos entre los peces.  Lejos de los tentáculos, de las escamas, del sexo furioso que intenta llenar el vacío que ha dejado este gélido serpenteo en el vientre
Quizás si te hubiera dicho antes… quizás entonces me podrías haber salvado y tu risa me hubiera sacado de este trance, este limbo libidinoso que se asemeja al miembro erecto de un muerto.  Me apreto el pene a ver si llego a sentir, pero ya es demasiado tarde…
Soy una serpiente.
Soy culpa, demonio, deseo, frialdad,
Solo me queda buscar un cuerpo y en honor a ti retraso aquel momento inevitable en que me deslizaré por tus sábanas y anidaré en tus entrañas, intentando con tu sexo, el vello entre tus piernas, de sentir y vivir.
Reducirlo a aquella promesa primordial que algo arrastra del paraíso contaminado.
Vergüenza y culpa ¡Vergüenza y culpa! Falsa promesa de vida Falso sustituto a la muerte. Reptemos…ya nada tiene sentido.
Escucho nuestras risas, veo como nos acostamos.

Quizás me hubieras salvado si te hubiera dicho antes, si te hubiera dicho “Algo cambió, ahora soy una serpiente” Entonces hubiésemos reído y entonces hubiésemos vomitado culebras a carcajadas.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Sin título

Qué se hace cuando se escucha a la dictadura, cuando se escuchan sus historias y su memoria incorporizada se inscribe en la carne a través de la palabra ajena

Cuando el cuerpo reacciona ante el dolor de un discurso silenciado

Qué se hace cuando “aquello” es heredado y al hacerse escuchar no solo retorna y en el callar se eterniza, sino que haciéndose realidad nos entrampa en esa terrible estrategia del silencio

Y entonces, al no hacer, yo también callo y no callo únicamente “ese algo” que no se quiere hablar, sino que también aquel discurso anidado en el cuerpo

Una amputación (in)voluntaria que cercena dos preguntas:


¿Cómo me hago cargo de aquello que no viví? Y ¿desde qué lugar hablo de lo silenciado?